
Hasta hace pocos años (justo antes de la pandemia) yo también me hacía propósitos de año nuevo: que si ir al gimnasio, aprender alemán, o el clásico dejar de fumar. He conseguido todos salvo aprender alemán (mi mente no es tan privilegiada) pero nunca en el año que me lo había propuesto. Ni siquiera empezaba a perseguir estos propósitos el 1 de enero. El 1 de enero yo decía: “¡tengo estos propósitos!” y el 2 de enero me olvidaba de ellos. Bueno, algún año llegué con ellos hasta el 8 de enero, cuando terminan las vacaciones en los colegios y oficialmente el periodo navideño (no tengo críos, pero el calendario escolar se me quedó grabado a fuego hasta el punto de contar los años por cursos escolares).
Para mí tener propósitos de año nuevo es una tradición mas, como la lotería de Navidad, los zapatos debajo del árbol y las discusiones entre cuñados (¡la salsa que ameniza todas las cenas de esta época!). Y como todas las tradiciones tiene casi el mismo significado, o sea poco. Además, ¿quién va dejar de fumar en enero con lo duro que es ya ese mes de por sí?
Sin embargo, como he comentado al principio siempre he conseguido todos mis propósitos. Mi experiencia me dice que lo he hecho gracias a dos factores fundamentales: en primer lugar no me obsesionaba con ellos. Los dejaba ahí, adormecidos, hasta que un día cualquiera del año volvían a surgir. Se trata, sencillamente, de no olvidarlos, y tenerlos en mente hasta que encontramos el momento adecuado para llevarlos a cabo. En segundo lugar siempre me trazo un plan: un objetivo no se consigue de golpe, siempre hay que hacerlo por etapas.
Volviendo al ejemplo de dejar de fumar: puedes no dejarlo en enero, pero sin olvidarte de que, en el fondo, lo quieres dejar y por eso te lo has propuesto. En marzo, cuando se acabó el estrés de la cuesta de enero, y los días son más grandes y se empiezan a atisbar las próximas vacaciones… lo recuperas. Y entonces te trazas un plan: puede ser fumar un poco menos cada día, o dejar de fumar en ciertos lugares, o dejar de realizar las actividades que te incitan a fumar. Y como la vida ya es complicada de por sí, no te pones fechas, sencillamente, te propones hacerlo un poco mejor cada día (o cada semana, o cada mes). Tienes que perdonarte a ti misma si un día no consigues avanzar, pero también debes respetar tu promesa, y mantener tu compromiso de seguir avanzando.
Algo que ayuda es visualizar los beneficios que obtendrás una vez conseguido tu objetivo. Si dejas de fumar te liberarás de ese estrés que te provoca no poder hacerlo, ahorrarás dinero, y olerás mejor. Y evidentemente ganarás en salud.
Bien, recordemos que esto es un blog de moda sostenible. Pues ahora cambiemos el propósito de dejar de fumar por el dejar de comprar, o al menos el de dejar de comprar a lo loco. Este también fue uno de mis propósitos en algún momento que no sé definir. Siempre estuve bastante concienciada, pero yo, amiga mía… también pecaba, y con más o menos culpa compraba lo que me apetecía, cuando me apetecía y sin mirar las etiquetas. Y si era una ganga, mejor. Pero poco a poco fui cambiando mis hábitos: empecé intentando optimizar mi armario (es decir, quitando todo lo que no usaba y comprando prendas básicas). Luego busqué tiendas de segunda mano y marcas locales. Los beneficios fueron enormes, y no lo digo porque esté super concienciada y quisiera que tú también lo estés. No, es que de verdad fueron enormes: me olvidé del estrés de ir de compras (no se a ti, pero a mi me estresa la luz de Zara, los innumerables espejos que reflejan mi celulitis en H&M y el ruido de los centros comerciales). Obtuve más espacio en el armario. Mis prendas duran más (¡adios camisetas que se estropean en tres lavados!). Y me cuesta menos vestirme por las mañanas (pienso menos en qué ponerme, y esto es importante, prometo escribir sobre ello algún día). Sobre todo, tengo más paz mental, de veras. Así que te animo a dejar de comprar a lo loco. Además de todos los bonitos beneficios para el planeta, será tan bueno para ti como dejar de fumar.